Son seductores y seguros de sí mismos, pero también son narcisistas y egoístas. La manera en que nos mira o sonríe destruye todas nuestras defensas.
Se abre la puerta y entra un grupo de chicos. Son escandalosos, gritan, ríen. Sin embargo, uno de ellos tiene una actitud más calmada, escucha, observa e incluso lanza una mirada para reconocer el terreno en el bar en el que te encuentras. Y tú ya lo has catalogado, ya tienes a tu presa, sabes que algo esconde y quieres averiguarlo. Pero cuidado, probablemente él sea un chico malo.
Nos sentimos atraídas por lo prohibido. Cada vez que una amiga nos repite que ese chico “no nos conviene”, lo único que consigue es alimentar nuestro deseo. Suelen ser narcisistas, egoístas e independientes. Sin embargo, son sensibles, seguros de sí mismos y protectores. Nos brindan esa seguridad. Además, supone un reto para nosotras, pues creemos ilúsamente que vamos a conseguir que cambien porque nosotras somos especiales.
A lo largo de los años se han hecho numerosos estudios que explican este fenómeno. Algunos incluso exponen que son rasgos de la propia evolución, pues en la prehistoria la hembra buscaba un macho fuerte que fuera buen cazador. Y lo cierto es que los chicos malos actuales son cazadores, depredadores que cuentan con muchas relaciones esporádicas a sus espaldas.
Otro estudio deduce que es un rasgo que traspasa culturas, puesto que en cualquier parte del mundo ocurren este tipo de relaciones. Este hecho es lógico porque las mujeres buscan protección, a lo que hay que sumarle que, cuanto más sexo, mayor segregación de feromonas. La química también influye.
Serán relaciones imposibles, dolorosas e incluso autodestructivas. Pero las mujeres no podemos evitar sentirnos atraídas por un chico con la personalidad de James Dean. Las chicas buscamos a ese chico para convertirlo en la aventura de nuestras vidas, en nuestro reto personal, para identificarnos más como mujeres y, por qué no, dar envidia a nuestras amigas.